El verano invita a disfrutar del ocio y, por
tanto, también a la práctica deportiva al aire libre. El hecho de disfrutar de
más horas libres (de vacaciones incluso) y el mayor número de horas de luz
diurna nos animan, por ejemplo, a practicar el golf. Sin embargo, hay un
elemento -el sol y sus radiaciones- con el que tenemos que ir con sumo cuidado.
La dermatóloga clínico quirúrgica de Clínica Juaneda Marta Cantarero nos habla
de ello.
-De entrada doctora, ¿cómo podríamos definir
la relación entre el sol y la práctica del golf?
Está reportado en varios estudios clínicos
que los "deportistas al aire libre" tienen una mayor incidencia de
cáncer cutáneo por el número de horas de sol acumuladas en su piel. Cualquier
actividad practicada al aire libre produce una acumulación de lesiones en
nuestra piel que, en la mayoría de los casos, nuestro cuerpo consigue
"limpiar", pero no siempre al 100%.
¿Hay diferencias significativas de en este
terreno entre invierno y verano?
En invierno la incidencia de radiación solar
(intensidad de rayos UVA, UVB, infrarrojos) es menor que en verano. Lo que no
quiere decir que debamos dejar de protegernos, sino que la protección debe ser
más intensiva (en cuanto a factor de protección más alto y al número de
reaplicaciones mayores en verano). En los días nublados, la radiación
solar (rayos UVA y UVB) traspasa las nubes de igual manera que un día no
nublado y, por tanto, nos pueden producir efectos negativos en nuestra piel
como son la formación de manchas, mayor incidencia de cáncer cutáneo y mayor
envejecimiento cutáneo.
-¿Cuáles serían las principales precauciones a
tener en consideración?
Cualquier deportista al aire libre debe tomar
unas medidas básicas en cuanto a protección solar. Si usamos un fotoprotector
debe aplicarse entre 10 y 30 minutos antes de la exposición solar. Debido al número
de horas que un golfista pasa al aire libre practicando su ocio, es
recomendable factores de protección alta (spf 30 o spf 50) y deben reaplicarse cada
dos horas de media, en las zonas fotoexpuestas (en general cara, orejas,
cuello, brazos y piernas). El uso de gafas y gorra es prácticamente obligatorio
en todos ellos. Debemos tener en cuenta que no sólo estamos protegiéndonos de
una quemadura solar, sino de "acumular sol" en la piel, ya que ésta tiene
memoria, y todo el sol que tomamos en la juventud un buen día puede pasarnos
factura años más adelante.
¿Y los principales efectos de una radiación
excesiva?
El sol tiene varios efectos beneficiosos: es neuroestimulador
(liberador de endorfinas, nos hace sentir "bien"); sintetizador
de vitamina D (de media unos 10 minutos de sol al día en zonas de cara, escote,
brazos y piernas, es suficiente para sintetizar la vitamina D necesaria),
efecto terapéutico en patologías cutáneas inflamatorias (acné, psoriasis,
dermatitis atópica...). Pero la cara no tan amable del sol son sus efectos
perjudiciales. Es archiconocido y está totalmente documentado desde el punto de
vista científico el papel que tiene la radiación solar en la producción de
cáncer cutáneo, ya sea el conocido melanoma maligno (potencialmente mortal)
como otros no tan conocidos pero mucho más frecuentes, como son el carcinoma
basocelular y el carnicoma escamoso (muchos de ellos producidos por la
acumulación de horas de sol en nuestra piel y esta "memoria" que
tiene la piel del sol). Además, el sol produce "manchas en la piel" y
un envejecimiento cutáneo prematuro degradando los componentes internos de la
piel (colágeno, elastina) que nos dan ese soporte y esa firmeza a la
piel.
¿Cuáles serían los colectivos más vulnerables?
Los deportistas con piel clara, ojos claros,
con múltiples "lunares" son el colectivo más vulnerable. Por
tanto, en todos, pero especialmente en ellos, debemos hacer hincapié en la
protección solar. Estos pacientes pueden beneficiarse además de aplicarse
fotoprotectores en crema, también de tomar fotoprotectores biológicos (que son
pastillas que producen un aumento de protección solar y poder antioxidante),
disminuyendo así los efectos negativos del sol.